La mujer fue encontrada agonizando en la cama. Si bien la trasladaron de urgencia al hospital local, poco después falleció por la gravedad de las heridas.
Un jubilado de 73 años atacó a golpes a su esposa, la dejó agonizando y se quedó en shock junto a la víctima. La hija de la pareja se encontró con la dramática escena y si bien la mujer fue trasladada de urgencia al hospital local, murió poco después debido a la gravedad de las heridas.
El brutal episodio ocurrió este fin de semana en una vivienda ubicada en el cruce de las calles Mahatma Gandhi y Dardo Rocha, en la localidad bonaerense de Los Polvorines.
Allí, Hugo Ángel Silva, atacó a golpes de puño y con una maza a su esposa, Francisca Rosario Silva, de 77 años. Tras ello, quedó en estado de shock junto a la mujer y con la ropa ensangrentada.
Mientras su esposa agonizaba en la cama y con un fuerte golpe en la cabeza, su hija, una mujer de 53 años, llegó a la vivienda y se encontró con la dramática escena. Fue ella quien alertó a la Policía y cuando los efectivos llegaron al lugar hallaron la herramienta que el jubilado habría utilizado para atacar a su pareja.
De acuerdo a la declaración de la hija de la pareja, cuando ella arribó a la vivienda encontró a su papá parado, sin reacción, envuelto en sangre y contemplando a su mamá, quien agonizaba.
La víctima estaba sobre la cama, aun con vida, por lo que luego de una alerta de los oficiales que arribaron a la zona, personal del SAME llegó a la casa y trasladó en ambulancia a Francisca hasta el hospital de Trauma de Pablo Nogués en estado crítico.
Sin embargo, pese a los esfuerzos médicos, el equipo de emergencia no logró salvarle la vida y la señora perdió la vida minutos después de ingresar al centro de salud.
Por el brutal episodio, Hugo Silva quedó detenido e imputado por el delito de homicidio agravado por el vínculo, según informaron los investigadores que trabajan en el caso a los medios locales.
Por su parte, la hija declaró en la comisaría que el hombre es paciente psiquiátrico. La causa quedó en manos de la Unidad Fiscal de Investigación de turno, a cargo de la agente fiscal Silvia Mónica Bazzani González.
La grasa intermuscular aumenta significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas graves, independientemente del peso corporal. Cómo prevenir complicaciones.
Las motas de grasa, conocidas como pequeñas acumulaciones visibles de grasa entre las fibras musculares, son muy apreciadas en cortes de carne de lujo, como el Wagyu, ya que aportan textura y sabor. Sin embargo, en el cuerpo humano, estas mismas acumulaciones pueden convertirse en un enemigo silencioso para la salud. Según una investigación liderada por la Facultad de Medicina de Harvard y el Hospital Brigham and Women’s de Boston, Estados Unidos, la grasa intermuscular incrementa significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas graves, incluso en personas con peso corporal saludable.
La investigación y sus hallazgos
El estudio analizó a 669 pacientes evaluados por dolor en el pecho o dificultad para respirar en el Hospital Brigham and Women’s. Ninguno de ellos presentaba evidencia de enfermedad coronaria obstructiva, una condición caracterizada por el bloqueo parcial de las arterias que irrigan el corazón. Mediante tomografías computarizadas, los científicos midieron la composición corporal, identificando la cantidad y distribución de grasa y músculo en las secciones del torso. Paralelamente, se realizaron pruebas para evaluar la función cardíaca y su relación con estas variables.
Los resultados mostraron que cada aumento del 1% en la proporción de grasa almacenada en los músculos se asociaba con un incremento del 7% en el riesgo de enfermedades cardíacas graves, como ataques cardíacos o insuficiencia cardíaca. Además, este tipo de grasa también estaba vinculado con un aumento del 2% en el riesgo de disfunción microvascular coronaria (DMC), una afección de los pequeños vasos sanguíneos del corazón.
No toda la grasa es igual
Uno de los hallazgos más importantes fue que la grasa subcutánea, almacenada debajo de la piel, no mostró una relación significativa con el riesgo de enfermedades cardíacas. En contraste, la grasa intermuscular parece influir negativamente en la inflamación y la resistencia a la insulina, lo que a su vez daña los vasos sanguíneos, incluidos aquellos que irrigan el corazón, y al propio músculo cardíaco.
La profesora Viviany Taqueti, directora del laboratorio de estrés cardíaco del Hospital Brigham and Women’s, explicó que estas agresiones crónicas aumentan el riesgo de insuficiencia cardíaca, hospitalización e incluso muerte por enfermedad cardiovascular. Según el especialista, “la grasa intermuscular se puede encontrar en la mayoría de los músculos del cuerpo, pero su cantidad varía ampliamente entre personas, y es un factor que no debe pasarse por alto en los análisis de salud”.
“Saber que la grasa intermuscular aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca nos da otra forma de identificar a las personas que corren un alto riesgo, independientemente de su índice de masa corporal”. Taqueti reconoce que aún no se sabe cómo reducir el riesgo en las personas con músculos grasos.
“Por ejemplo, no sabemos cómo los tratamientos como las nuevas terapias para perder peso afectan la grasa en los músculos en relación con la grasa en otras partes del cuerpo, el tejido magro y, en última instancia, el corazón”, añadió.
Dijo que los hallazgos, publicados en el European Heart Journal, podrían ser “particularmente importantes” para los estudios en curso que analizan el impacto de los medicamentos para bajar de peso en la salud del corazón.
Una advertencia para la prevención
Los expertos destacaron que la acumulación de grasa intermuscular está asociada a estilos de vida poco saludables, como la inactividad física y dietas desequilibradas. Por otro lado, las personas con mayores cantidades de masa muscular magra demostraron tener un menor riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, resaltando la importancia del ejercicio regular y una dieta equilibrada para mantener una composición corporal saludable.
Según la Asociación Estadounidense del Corazón, los principales factores de riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares incluyen hipertensión, colesterol elevado, obesidad, tabaquismo e inactividad física. Abordar estos factores puede ser clave para prevenir enfermedades cardiovasculares.
En conclusión, mientras que las motas de grasa pueden ser un sello de calidad en cortes de carne, su acumulación en los músculos humanos representa un riesgo que no debe subestimarse. Mantener un cuerpo saludable con suficiente masa muscular magra y controlar los niveles de grasa intermuscular son medidas fundamentales para proteger el corazón.
La denuncia fue presentada por un ciudadano de 47 años, quien relató que su hija de 11 años había sido acosada por el individuo en las calles del barrio Provincias Unidas, en Resistencia.
Según el relato de la víctima, este domingo, un hombre, quien trabajaría de enfermero, la agarró del brazo estando por las calles del barrio y la intentó abusar, pero ella logró safarse. Lejos de amedrentarse, el individuo comenzó a masturbarse en plena vía pública hasta que fue descubierto por una vecina y se dio a la fuga.
Ante la denuncia, los efectivos se dirigieron al lugar donde el sujeto habría cometido el acto, para iniciar una investigación para dar con el presunto autor del hecho.
Tras realizar averiguaciones e investigaciones a traves de las cámaras de seguridad, lograron localizar el domicilio del sospechoso. Es por eso que, se desplegó un operativo de vigilancia hasta que el hombre fue finalmente identificado y detenido.
El sujeto fue trasladado a la Comisaría Undécima, donde el fiscal de turno ordenó su aprehensión por la causa de «Supuesta Exhibición Obscena».
Algunos ruidos agudos generan reacciones intensas e inmediatas, como tensión muscular o la necesidad de taparse los oídos. Un artículo de National Geographic analizó cómo estos estímulos están vinculados a respuestas cerebrales heredadas de los primeros humanos
Los sonidos estridentes tienen un poder inusual sobre el ser humano. Un simple chirrido, como el de un tenedor rascando un plato o una tiza rozando una pizarra, puede desencadenar una reacción instantánea: escalofríos que recorren el cuerpo, una mueca de incomodidad o el impulso de taparse los oídos.
Este fenómeno, conocido como dentera, es tan común que prácticamente todas las personas lo experimentaron alguna vez. Sin embargo, detrás de esta respuesta aparentemente trivial, se esconde una explicación profundamente ligada a la evolución humana.
La dentera no solo es una reacción instintiva; tiene raíces en el modo en que nuestros ancestros sobrevivieron en un entorno lleno de peligros. Diversos estudios demostraron que ciertos sonidos agudos, especialmente aquellos que oscilan entre los 2.000 y 4.000 Hz, activan respuestas emocionales intensas en el cerebro. Este rango no es accidental: coincide con la máxima sensibilidad del oído humano, una característica clave que marcó la diferencia entre la vida y la muerte en el pasado.
¿Por qué esos sonidos nos resultan insoportables?
La explicación detrás de la dentera comienza en el canal auditivo humano. La anatomía del oído está diseñada para amplificar sonidos en un rango de frecuencias que eran vitales para nuestros ancestros. Por ejemplo, el grito de un congénere en peligro o el chillido de un animal capturado podía ser una advertencia crucial ante la presencia de depredadores cercanos. Esta capacidad para detectar y reaccionar rápidamente a estímulos sonoros se convirtió en una ventaja evolutiva.
Estos sonidos no solo eran una alerta: activaban una región específica del cerebro llamada amígdala, que regula las emociones y las respuestas de lucha o huida. Aunque los sonidos de tiza o metal no representan un peligro real en el presente, el cerebro humano continúa procesándolos como si lo fueran.
La amígdala cerebral, encargada de gestionar emociones, reacciona a ciertos sonidos como si representaran una amenaza real (Imagen Ilustrativa Infobae)
La sensibilidad auditiva y sus diferencias
Aunque la dentera es un fenómeno ampliamente compartido, no todas las personas lo experimentan con la misma intensidad. La sensibilidad a estos sonidos varía, y la biología tiene un papel importante en ello. Pequeñas diferencias anatómicas en la estructura del oído pueden hacer que algunas personas amplifiquen más los sonidos en el rango crítico, aumentando su incomodidad.
Por otro lado, la experiencia individual y las asociaciones culturales también influyen. Según el artículo publicado en National Geographic, algunas reacciones pueden ser aprendidas desde la infancia. Por ejemplo, en el entorno escolar, el ruido de la tiza sobre la pizarra podría asociarse al estrés de las clases, reforzando la incomodidad ante este tipo de sonidos.
El chirrido de un tenedor o el roce de una tiza generan escalofríos debido a la sensibilidad auditiva (Crédito: Freepik)
Más allá de los sonidos: un fenómeno multisensorial
Aunque el ruido suele ser el principal desencadenante de la dentera, este fenómeno no se limita al ámbito auditivo. También puede surgir ante ciertas sensaciones físicas, como tocar texturas ásperas o incluso imaginar situaciones desagradables. Sin embargo, es en los estímulos auditivos donde la dentera alcanza su máxima expresión, dado que estos tienen una conexión directa con las respuestas emocionales del cerebro.
El artículo de National Geographic también señaló que, algunas personas describen estos sonidos como si “perforaran la mente”, lo que subraya el nivel de impacto que pueden generar en las percepciones y emociones humanas. Este tipo de reacciones sugiere que la dentera está profundamente integrada en nuestros mecanismos de supervivencia.
Factores culturales y sociales
Además de las bases biológicas, la percepción de la dentera está moldeada por factores sociales y culturales. Desde una edad temprana, las personas tienden a observar cómo reaccionan otros ante ciertos estímulos y a imitar estas respuestas. Este fenómeno refuerza la idea de que algunos sonidos son intrínsecamente desagradables, aunque no representen una amenaza objetiva.
A lo largo de la vida, estas asociaciones se fortalecen. Ver a alguien estremecerse ante el chirrido de una pizarra o un tenedor rascando un plato contribuye a perpetuar la idea de que estos sonidos deben evitarse, incluso si no se entiende plenamente su impacto en el sistema nervioso.
Según National Geographic, entender el origen evolutivo de la dentera no solo ilumina un aspecto curioso de la experiencia humana, sino que también invita a reflexionar sobre cómo los vestigios de la historia biológica persisten en el presente. Aunque estos sonidos ya no representan un riesgo, su capacidad para generar incomodidad es un recordatorio de los mecanismos profundos que alguna vez garantizaron la supervivencia del ser humano.