Espectáculos
Lali González: “Siento que estoy de vacaciones y vivo con ese espíritu, porque un día todo esto se va a acabar”
La actriz paraguaya debuta en la temporada de Carlos Paz y compartió con Teleshow su proceso de adaptación a esta nueva etapa en la comedia popular. El reto le implica superar barreras culturales y físicas que, lejos de incomodarla, alientan su curiosidad innata. La vida entre dos países y el unipersonal que sueña estrenar en calle Corrientes
Lali González conversó con Teleshow acerca de su vida entre Argentina y su próximo desafío actoral “Me voy el 25 de diciembre, que tenemos ensayo general. Estrenamos el 27, el día de mi cumple. Así que es un lindo regalo de 38 años”, cuenta con entusiasmo Lali González, la actriz paraguaya que debutará en la exigente temporada teatral de Villa Carlos Paz. Para la intérprete, que irrumpió en nuestro país con su papel de Rita en La 1-5/18 y es reconocida por su versatilidad en cine y teatro, esta experiencia marca un desafío inédito en su carrera y un sueño que tenía pendiente: “Siempre fue una curiosidad que tuve como actriz, experimentar ese lugar en el teatro, porque es una disciplina y un estado físico que hay que mantener”.
Lali, que en el 2017 ya había vivido la energía de Villa Carlos Paz como turista, regresa ahora al corazón de la cartelera teatral argentina con una mirada llena de expectativas y respeto por el oficio: “A muchos les puede parecer fácil porque son comedias populares, pero a mí me está costando muchísimo”, confiesa.
Para la actriz, el reto no solo implica el cansancio físico de las funciones diarias y las dobles jornadas, sino también el proceso de adaptación cultural y artística: “Cuando uno viene de otro país, ya se encuentra con choques en jergas, palabras, corporalidad en la interpretación. Estoy aprendiendo muchísimo con Lía Jelín, cada ensayo es una clase magistral”, se entusiasma.
Este debut no es solo un nuevo trabajo, sino también una celebración personal y profesional. “Soy curisosa en todo, como actriz, como mamá, como persona, y me da curiosidad el contacto con el público durante tanto tiempo. Es un acercamiento diferente del actor con la gente, otro tipo de lenguaje que me entusiasma mucho”, admite, destacando la importancia de ponerse a prueba constantemente en la vida: “Mientras una siga desafiándose, siempre va a haber cosas nuevas y lindas”.
En este camino de aprendizaje, la actriz destaca la importancia de mantenerse activa, de no quedarse en lo fácil o lo conocido: “Si no, uno se achancha y se queda en el molde donde le es cómodo. Me parece que los desafíos, mientras existan, te mantienen viva, con ganas de seguir descubriendo cosas nuevas”. Para Lali, la curiosidad es el motor que la impulsa a seguir creciendo: “En esta profesión, uno siempre está buscando, viajando, encontrando nuevos desafíos. Esa es la clave”.
El trabajo diario, la exigencia de las funciones y la conexión directa con el público son, para González, una experiencia transformadora. “Es otro tipo de lenguaje, otro tipo de acercamiento con la gente, que realmente me entusiasma muchísimo”, comparte con emoción.
Su vida entre Paraguay y Argentina: el equilibrio entre la profesión y la familia
La vida de Lali González transcurre entre Paraguay y Argentina, dos países que han marcado su carrera profesional y su vida personal. Este constante ir y venir no es fácil de gestionar, pero la actriz supo construir una red de apoyo fundamental para mantenerse en equilibrio: “Es imposible no recalcar la ayuda de mi mamá, de mi familia y de un grupo de contención que tengo, compuesto por amigas y mi equipo de trabajo”, explica.
Organizar su vida como actriz, madre y pareja requiere una logística que no sería posible sin ese círculo cercano. “Tengo que dejar lista la casa de Asunción, preparar todo en el departamento que alquilamos en Buenos Aires con la producción… Todo lleva un gasto, todo lleva una metodología de trabajo en conjunto y de equipo”, confiesa Lali, con una honestidad que deja entrever lo complejo que es sostener esta rutina.
González, quien se consolida año tras año como una de las actrices más destacadas de su país, reconoce que el esfuerzo económico y emocional es significativo, pero lo ve como algo necesario: “Invertir en la formación y en el intercambio cultural no tiene precio. Es parte del trabajo constante de esta profesión. Uno tiene que seguir golpeando puertas, seguir saliendo, mantenerse en movimiento”.
En este escenario, es clave organizar el tiempo con su hija de cinco años, y con su expareja, con quien mantiene una relación de respeto y colaboración. Este año, la niña vivió en Paraguay mientras González cumplía con sus compromisos laborales, como ser jurado en un reality de baile y el éxito de su unipersonal Divorciadas: “Todo funciona porque hay una organización emocional y de equipo. No soy la Mujer Maravilla, tengo el apoyo de mi familia, mi pareja y las personas que trabajan conmigo”, afirma.
Sin perder la sonrisa, Lali deja claro que este equilibrio no es sencillo, pero que vale la pena por las oportunidades que tiene: “Este año fue fructífero a nivel laboral, no solo como actriz sino también como productora. Pero para lograrlo, tuve que apoyarme en mis aliados, porque en esta profesión, que es nómade, uno necesita personas que lo acompañen”.
González reconoce que sus raíces son fundamentales, y aunque su vida profesional la lleve a otros países, su corazón sigue en Paraguay: “Todos viven allá. Mi familia, mis amigos, todos están en Paraguay, y eso me ayuda a no perder el centro, a regresar siempre a mi origen”.
Más allá de lo personal, el 2024 fue un año de grandes desafíos y satisfacciones para Lali. Además de su reconocimiento como actriz, se posicionó como una artista multifacética al estrenarse como productora general y ejecutiva con su nueva empresa: “Big Mama”. Con una sonrisa cómplice, explica lo que este nuevo rol significa para ella: “Estrenarme como productora fue un paso importante y todo lo hice con mucho amor y con mi gente cerca”.
Uno de los proyectos que marcó este crecimiento fue su unipersonal “Divorciadas”, una propuesta teatral que combina humor y reflexión sobre las etapas del dolor y la resiliencia. La obra, que tuvo un éxito rotundo en Paraguay, permitió a Lali canalizar procesos personales desde el arte: “Cada duelo, cada final duele. A veces queremos zafar de ese proceso, pero hay que transitarlo. Y yo lo terminé transitando a través de un show, que además fue exitosísimo”, comenta con sinceridad.
Su relación con el espectáculo tiene un tono tan irónico como profundo: “Del dolor hacemos mucho dinero. Cuánto más duele, más dinero”, bromea, dejando ver cómo logró convertir una experiencia difícil en una obra que resonó con el público. El unipersonal no solo conectó con la audiencia paraguaya, sino que también está listo para cruzar fronteras: “El año que viene vamos a estrenar Divorciadas en Buenos Aires, de la mano de Letona Producciones. Pero primero quiero enfocarme al cien por ciento en la experiencia de Villa Carlos Paz”.
La decisión de sumergirse en el mundo de la producción fue, en parte, un acto de valentía y también de necesidad. González entiende que en esta profesión no basta con esperar oportunidades, sino que hay que salir a buscarlas: “En este medio, uno tiene que seguir trabajando, mantenerse en vigencia y en movimiento. Es parte de lo que me gusta, de lo que soy”, afirma con determinación.
La carrera de Lali González está marcada por un espíritu libre y una perspectiva única sobre la vida. Entre ensayos y viajes constantes, la actriz paraguaya tiene claro que disfrutar el presente es esencial: “Cada vez que voy a otro país a trabajar, siento que estoy de vacaciones. Vivo con ese espíritu, porque estamos de paso, y un día todo esto se va a acabar”, reflexiona con un tono sereno y sabio.
Esa filosofía de “modo vacaciones” no significa tomarse el trabajo a la ligera, sino todo lo contrario. Para Lali, es una manera de conectar con la vitalidad que necesita para asumir nuevos desafíos y roles: “Ese modo de vivir me da energía para lo que viene, porque siempre sé que algo grande me espera”, confiesa con una confianza contagiosa. Esta actitud es, en parte, lo que la convierte en una figura tan querida en el ambiente artístico argentino.
Sin embargo, reconoce que no siempre es fácil para los demás entender esa autenticidad: “A veces piensan que estoy exagerando, pero no. Yo soy así, soy genuina, y lo vivo todo como un regalo”. Este enfoque le permite moverse con naturalidad en un medio que, en ocasiones, puede resultar hostil o competitivo: “Cuando venís de afuera, siempre estás en modo vacaciones. Y eso me ayuda a sentirme libre, a vivir sin ataduras y a disfrutar lo que hago”.
Más allá del éxito profesional, Lali González valora lo que la actuación le ha permitido descubrir de sí misma y del mundo. Su pasión por el arte y su constante búsqueda de nuevos desafíos son, en definitiva, su mayor motor: “Mientras haya curiosidad, habrá crecimiento. Y yo siempre quiero aprender, seguir moviéndome y disfrutando”.
Para Lali, actuar no es solo un trabajo, es una forma de estar en el mundo. “Yo siempre vuelvo donde soy feliz, donde me tratan bien. Y en Argentina, me siento en casa”, concluye, reafirmando su profundo cariño por el país que la ha recibido con los brazos abiertos.
Espectáculos
Quién es Paloma Cuevas, la empresaria española que le devolvió la sonrisa a Luis Miguel
Se conocieron de niños en un ambiente de toros, cantaores y tablados. Se enamoraron de adultos, cuando la vida los esperó con paciencia a que hicieran sus propios duelos. Un retrato de la mujer que se reinventó una y otra vez y brilla al lado del Rey Sol
Además de vivir un presente profesional llevo de éxitos, el panorama personal de Luis Miguel parece ir a la par. Aclamado en cada rincón del mundo donde se presenta, El Sol de México brilla como nunca antes. Atrás quedaron los años oscuros, las tormentas internas y los desencuentros afectivos que marcaron su carrera; hoy se lo ve pleno, feliz y acompañado por Paloma Cuevas, la mujer que supo conquistar su corazón y que estuvo a su lado en la reciente visita a la Argentina, donde cierra su aclamada gira mundial.
La imagen que encabeza esta nota sigue sorprendiendo y contrasta con un pasado más huraño y no tan lejano del artista. Pero hoy el semblante es otro. Sonriente, rendido a las súplicas de sus fanáticas que lo aguardaban en un reconocido restaurante de Puerto Madero, donde compartió una cena junto a parte de la crew con la que viene girando hace un año y medio. De su mano, siempre Paloma, sostén y aliada fundamental de este renacer. Como si la fama que a ella también la acompaña desde niña sirviera como antídoto para vencer ciertas fobias.
Paloma no es una persona más en el horizonte amoroso del cantante. La historia entre ellos viene de lejos, de una infancia compartida entre familias que ya estaban unidas por el arte y la tradición. Mientras Luisito Rey, padre de intérprete de “La incondicional”, cantaba en las plazas de toros, Victoriano Valencia, el padre de Paloma, brillaba como torero. Así fue como los caminos de los dos niños se cruzaron por primera vez.
El trasfondo de la vida de Cuevas deja ver que es mucho más que la novia de, y que, sobre su españolísimo linaje, supo construir su propio camino fronteras afuera. Nacida el 11 de septiembre de 1972 en Madrid, pasó gran parte de su infancia en Córdoba, en el seno de una familia que respiraba disciplina y pasión. Su padre, un referente de la tauromaquia, y su madre, la reconocida bailaora Paloma Díaz Combarro, la criaron en un entorno donde el esfuerzo y la dedicación eran parte del día a día. De ese equilibrio entre glamour y sacrificio surgió una mujer emprendedora y multifacética, que supo brillar en diferentes campos.
Tras completar sus estudios en Administración de Empresas en Boston, Estados Unidos, Paloma incursionó en el mundo del modelaje y poco después, en el ámbito empresarial. En 2016, lanzó una colección de joyas junto a Yanes, una firma española de larga tradición, donando el 20% de las ganancias a la Fundación Aladina, dedicada a mejorar la calidad de vida de los niños enfermos de cáncer. Y su faceta empresarial no terminó ahí. Junto a su amiga Susana Gil, creó Piccolo Mondo, una tienda de mobiliario infantil gestionada a través de la sociedad Babycari S.L., que en 2019 logró una facturación superior a los 500 mil euros. Además, colaboró en más de una ocasión con Rosa Clará, la famosa marca española de vestidos exclusivos, con quien lanzó en 2022 una colección de alta costura para fiestas y cócteles, reconocida por su sofisticación y su elegancia atemporal.
Pero más allá de su éxito profesional, la vida de la empresaria también estuvo marcada por el amor. En 1996, se casó con el torero Enrique Ponce, con quien tuvo dos hijas, Paloma y Bianca. La relación duró más de dos décadas, hasta que, en 2020, decidieron separarse. Paralelamente, Luis Miguel vivía su propia historia de amor junto a Aracely Arámbula, madre de sus dos hijos, Miguel y Daniel. En el medio, sus caminos volvieron a tocarse, aunque todavía faltaba para cantar “Somos novios”
Las vidas de Paloma y Luis Miguel se cruzaron mientras ambos estaban en pareja. El vínculo entre las dos familias se hizo tan fuerte que Paloma y Enrique fueron los padrinos de bautismo de Miguel, el primogénito de Luismi, en una íntima ceremonia celebrada en Los Cabos en 2007. El tiempo y las circunstancias los llevaron por caminos diferentes, hasta que tras la separación de Paloma en 2021, El Rey Sol se convirtió en su apoyo incondicional.
La relación entre ambos se oficializó a principios de 2022, cuando comenzaron a aparecer juntos en distintos eventos públicos, generando sorpresa y fascinación por tratarse de una amistad que había perdurado a lo largo de los años. Pero él, en un intento de mantener un perfil bajo, buscó la manera de que su historia de amor no quedara capturada por la prensa, por lo que las imágenes son contadas, entre las que destacan sus múltiples visitas a la Argentina para acompañar a su novio a dar recitales.
Hoy, Cuevas acompaña a Luis Miguel con la misma discreción y elegancia que la caracterizan. No solo es la mujer que conquistó el corazón del artista, sino también una figura clave en su búsqueda de estabilidad y plenitud. Juntos, parecen haber encontrado ese espacio de calma y felicidad que ambos necesitaban después de años de desafíos personales que no solo parece haberlos sumido en un gran momento personal, sino también laboral.
Espectáculos
Luis Miguel volvió a Buenos Aires para cerrar la gira con su colección de clásicos y un carisma arrollador
Este martes 17 se dio la primera de las dos funciones que El Sol de México programó en el Campo Argentino de Polo para finalizar el recorrido que había comenzado en agosto de 2023 en esta misma ciudad
500 días, 192 shows, 99 ciudades, 20 países y millones de personas pasaron por los ojos de Luis Miguel desde que inició este tour, allá por agosto del 2023 en el Movistar Arena de Buenos Aires, hasta ayer nomás. El final es en donde partí, parece estar diciéndonos al decidir que el cierre de esta gira, una de las más exitosas en su trayectoria, sea en esta misma ciudad. Y para el mexicano nacido en Puerto Rico parece que corre lo de “no hay dos sin tres”. Porque así como en marzo de este año también había dado otras tres funciones en el Campo Argentino de Polo, ahora, en este diciembre casi otoñal regresó hasta este rincón de Palermo disfrazado de estadio para la ocasión.
Desde muy temprano las calles de la zona conocida como Cañitas fueron valladas de manera tal en que se dividieron los accesos del público: los de un sector vip, por un lado; los del otro vip, por otra puerta; la tribuna par ingresó por un acceso; la impar, por otro; la gente del campo de a pie, más para allá… En ese laberinto, la multitud iba feliz palpitando un nuevo reencuentro con el ídolo que sigue renovando su romance con la Argentina. Como si hiciera falta.
Los clubes de fans, siempre presentes y bulliciosos, con sus looks distintivos y sus fan actions. Las señoras y señoritas con sus coronas de flores iluminadas que hacían parpadear el horizonte. Los acompañantes casuales, alguna que otra celebridad. Todo estaba en su lugar, mientras una música celestial amainaba la espera y las pantallas reflejaban las nubes de un amanecer anaranjado. Unos veinticinco minutos después de las 9 de la noche del martes 17, las luces se apagaron, el griterío brotó con intensidad y la big band fue ocupando sus lugares para darle melodía y ritmo al clásico video resumen de la vida de Luismi. Un coming of age al que todavía le quedan unos cuántos capítulos, mientras un sol empezaba a hacerse grande.
Al teñirse todo de amarillo, una plataforma lo hizo emerger desde abajo del escenario a él, que apareció tieso, con los brazos a sus costados como un niño en un acto escolar. Y con esa sonrisa que, si bien hace tiempo ya no tiene ese diastema que la hacía tan distinta, tan sexy, no deja de ser resplandeciente. Para nadie mínimamente informado del derrotero de Luis Miguel la lista de temas de sus shows es una sorpresa. Los aquí presentes, en su mayoría, sabían que la cosa iba a comenzar con la versión de “Será que no me amas”. Y así fue. Sin embargo, al empezar el tema, el coro popular reemplazó a la voz que todos vinieron a escuchar.
Así como muchos cantantes suelen descansar en pistas vocales para dar sus shows, Luismi esta vez se recostó sobre el karaoké argentino. Y le cedió la primera estrofa a la multitud. De inmediato, de una mesita de noche dispuesta en la parte delantera del escenario -en la que además había un florero con rosas blancas, un velador, una vela flotando en agua y un extraño botón detonador- tomó su micrófono con la mano derecha y el controlador del volumen con la izquierda, del lado del corazón. A partir de allí, y como viene haciendo desde hace mucho, él mismo se ecualizó en directo: mientras acercaba o alejaba el mic de su boca, le daba o le quitaba volumen tanto a lo que emitía como a lo que le llegaba por el in-ear que tenía en el oído izquierdo.
El Luismi de hoy -o al menos el de los últimos 10, 15 años- tiene un poco de Elvis, algo de Michael Jackson, de Frank Sinatra, de Sandro e inclusive, hasta de Bob Dylan. Misterioso, esquivo a dar declaraciones por fuera de su música, virtuoso, discreto. Vive en su propio Neverland, su residencia en Las Vegas es todo el continente americano, regula el caudal de su voz y el aire mientras rompe las métricas de sus éxitos a piacere. Disfruta de escuchar cómo su gente canta de una manera y él hace lo mismo pero de otra forma. Y casi siempre mueve la pelvis como si no hubiera un mañana.
La banda es elástica, exuberante, maneja todos los climas. Con la muñeca y la dirección musical del guitarrista Kiko Cibrián, un histórico en el staff de Micky, pendula en esa frontera que hay entre la salsa y el jazz, el swing y el pop, los boleros y algo más uptempo. Puede ser tanguera (el meddley casi gardeliano compuesto por “Por una cabeza”, “Volver”, “Uno” y “El día que me quieras”), funky…
Si bien todo está en su lugar y es una máquina aceitada por demás, sostenida por el piano acústico de Mike Rodríguez y el teclado espacial de Salo Loyo, se destacan el trío de coristas que conforman Paula Peralta, Lara Mrgic y Tatyana Cooper -las socias ideales para sostener la melodía de las canciones mientras Luismi le cambia la forma a los versos- y el quinteto de vientos (Alejandro Barragán, Bill Churchville, Arturo Solar, Omar Martínez y Alejandro Carballo) que llevó la armonía y le marcó el pulso al baterista Víctor Loyo y al percusionista Roberto Serrano. Incluso, el cantante juguetea un poco con ellos y los deja bajar de su tarima en “Dame” para que lo rodeen mientras baila sobre la coda.
Cuando el cantante saca a relucir su apodo de El Sol de México, la banda se retira y entran los mariachis Vargas de Tecalitlán para darle una nueva vida a “La bikina” y “La media vuelta”, entre lo más festejado de la noche y decorado con un confeti rojo, blanco y verde.
Mucho se habló de lo poco comunicativo que estuvo con el público en sus visitas más recientes. Y si bien esta vez volvió a evitar la demagogia de saludar y hablar, tenía claro donde estaba parado. “¿Cómo dice, Buenos Aireeees?”, preguntó en “Amor, amor, amor”, la segunda de la noche, mientras seguía ingresando mucho público al show. “Canten conmigo, Buenos Aireeees”, volvió a invitar en “Un hombre busca a una mujer”. Y se refirió a “mis amigos de Argentina” algunas veces más. Suficiente. Tampoco estuvieron sus famosas muecas con las que solía expresarle sus broncas a los sonidistas: apenas se tocó el oído y señaló hacia arriba una sola vez, en el medio de su interpretación de “Como yo te amé”.
Sin demasiado despliegue, las pantallas hicieron lo suyo con unas mínimas animaciones adhoc. Como unas palmeras muy al estilo Acapulco para la romántica “Te necesito”, un mar de oleaje picante para “Culpable o no” o una zoom hacia el cosmos en “Hasta que me olvides”, canción que Luismi se apropió desde la desaparición de su madre Marcela Basteri. También aparecieron las figuras Michael y Sinatra en el segmento de los duetos (”Sonríe” y “Come Fly With Me”, respectivamente), el único momento en el que se pincha el show, ya que las voces parecen encimarse y el resultado es algo adocenado.
En “Como yo te amé”, el cantante jugó con un drone que lo sobrevolaba. Cuando lo advirtió, hizo como que le pegaba una cachetada, pero después lo tomó del mango para darle al público que lo seguía por pantallas un primerísimo primer plano de su cara. Si alguien todavía dudaba de que el que estaba arriba de un escenario era un doble, después de esto quizás ya no. Porque en esa especie de prueba de vida, en el rostro de este Luis Miguel de 54 años todavía se advierten los rasgos cándidos de aquel pequeño Micky que creció en público.
De aquel niño que era, rescató en otro meddley las ochentosas “Ahora te puedas marchar”, “La chica del bikini azul”, “Isabel” y “Cuando calienta el sol” para cerrar la faena. Las enormes pelotas inflables negras con sus siglas rebotaban entre las cabezas de la multitud mientras él largaba sus últimas bocanadas melódicas. Al terminar la música, se acercó por última vez a la mesita que tenía en el escenario y accionó el detonador: el cielo de Palermo se iluminó con fuegos artificiales de colores mexicanos. Y tal como podría haber cantado Andrés Calamaro, en el aire también quedó flotando la idea de que “Luismi está vivo, me lo dijo un amigo cuando el sol empezaba a caer / En América lo saben todos, pero es gente muy discreta y no dice nada / Será mejor así”.
Espectáculos
Gran Hermano: el súper beneficio del nuevo líder que reavivó un antiguo enfrentamiento en la casa
De cara a la tercera gala de nominación, un participante recibió una gran ventaja para la votación. Además se conocieron los primeros tres competidores en placa
Después de una histórica eliminación, en la que Renato Rossini abandonó el reality como el más votado, los participantes de Gran Hermano (Telefe) afrontaron su tercera semana en la casa. Así las cosas, en una jornada muy movida, el certamen definió al nuevo líder y a los primeros participantes en placa.
En un nuevo desafío que puso a prueba el ingenio y la astucia de los participantes, Ulises Apóstolo dio el golpe y se hizo con el liderato de la semana. Hasta ahora, el cordobés licenciado en Ciencias Políticas había permanecido en placa en las primeras dos galas de eliminación que tuvo el certamen. Por eso, ante la alegría de no tener que volver a afrontar esta instancia, el competidor celebró su logro arrodillándose en el piso y gritando: “Gracias Córdoba”.
“Tenés un súper beneficio, que es un voto invertido. Tus votos van a valer más que el resto. Cuatro y dos. Y el súper beneficio del líder es que un jugador tendrá inmunidad y dos serán fulminados. Es decir, vas a darle inmunidad a uno de los chicos y después tenés que fulminar a dos. Ya me vas a dar los nombres”, explicó Santiago del Moro al hablarle al joven.
En ese sentido, hasta ese momento la placa de nominados contaba con un solo nombre: Brian Alberto. El joven de San Miguel fue sancionado por Gran Hermano luego de romper las reglas de la casa. “Anoche se abrió el kiosco, alguien rompió las reglas. Alguien abrió el box y va a ser penalizado”, dijo del Moro antes de presentar el video en el que se veía al jugador transgrediendo las normas.
A pesar de la insistencia de sus compañeros para que no rompiera las reglas, el joven tomó la llave y procedió a abrir una de las puertas del kiosco. Acto seguido, Brian se dispuso a oler los alfajores, todo con la idea de calmar sus ansias. Y si bien no tomó ninguno de los productos, el certamen decidió penalizar al vendedor ambulante.
A pesar de tener el poder de la autofulminante, Ulises decide no usarla
En ese momento, el Big habló ante todos los participantes y contó su decisión: “He advertido que uno de ustedes ha abierto uno de los casilleros del kiosco sin tener permiso. Esta situación está expresamente prohibida y es por ello que voy a sancionar severamente este accionar. Brian, mi decisión es que a partir de este momento estás en placa y no podrás ser salvado por el líder”. Con tono tranquilo, el jugador aceptó la decisión y expresó ante sus compañeros: “No pasa nada, menos mal que solo lo olí, si lo comía me sacaban”.
Luego, llegó el momento en el que Ulises puso en práctica su poder y dijo el nombre del primer participante que subiría a placa: “He tenido personas con las que no me he equivocado y no se ha equivocado la casa. Creo que todos saben las grandes diferencias que tengo, y a las personas que voy a someter a una placa lo hago para ver si la gente ve lo que nosotros estamos viendo en la casa. Quiero saber si del otro lado llega esto que sentimos, Santiago”.
Así las cosas, el uruguayo respondió: “No me sorprende, era obvio. Desde que llegamos a mí y a otros compañeros nos ha agredido constantemente, es mal amigo por subir a placa a una persona que conocí hace dos días. No tener códigos, traición. El colmo fue en la cena de nominados cuando dijo que soy un muerto que no tiene más nada para dar en la casa”.
En un intento por defenderse, Ulises respondió: “Santiago tergiversa lo que diga, trata de manipular la opinión de todos. Está claro que él dice una cosa en público y otra en privado. Vamos a ver si la gente ve lo que vemos. Él es una persona con doble cara, que no es lo que somos los argentinos. No es el mismo código que compartimos”.
Al cabo de unos minutos, el líder comunicó el segundo nombre: “Una persona que la valoro mucho, que me pidió la semana pasada que bajara un cambio y lo hice. Y resultó que la persona después subió 8 escalones. Vamos a ver si del afuera quieren estos cambios de humor, pero quiero saber cuál es su juego. Andrea”.
Lejos de mostrarse sorprendida, la profesora de gimnasio contó: “Lo esperaba, por lo menos estoy en placa por él y no por mis compañeros. Él está en contra de Santiago, yo al lado de Santi. Creo que de afuera todo se ve”.
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