Mientras el presidente Javier Milei aseguró en su saludo de fin de año que “en 2024 se logró bajar cerca de 20 puntos porcentuales la pobreza”, un informe reciente mostró que la informalidad laboral se disparó en el país a casi el 40% de las y los ocupados de los cuales, a su vez, seis de cada diez son pobres.
Es decir, pese a tener trabajo no llegan a cubrir lo necesario de una canasta de bienes y servicios básicos. Además, el porcentaje aumenta más de veinte puntos en el caso de jóvenes y mujeres, que engrosan las filas del decil de menores ingresos de la sociedad.
En este escenario se alertó, además, que la intención del gobierno de avanzar en 2025 con una mayor reforma laboral (extensión de la jornada de trabajo, negociaciones a la baja de convenios, entre otros) y previsional (fin de la moratoria) podría agravar aún más la situación de quienes están fuera de Seguridad Social, desde hace casi dos décadas.
Al respecto, entre las ramas más afectadas por la no registración aparecen el Servicio doméstico (76%) y la Construcción (67%), sectores fuertemente golpeados por la recesión económica, y con una pérdida sostenida de fuentes de trabajo (desde dic/23 anotan -14.200 y -100.000 puestos, respectivamente). Al tiempo que las regiones Noroeste, Cuyo y Nordeste exhiben tasas de informalidad superiores al 40% nacional.
Por su parte, si se compara con otros países de América Latina – región de alta informalidad y la precariedad laboral- Argentina se ubica en una situación intermedia: Uruguay, Chile, Costa Rica y Brasil registran tasas de informalidad entre asalariados de entre 9% y 21% mientras que, en el otro extremo, Perú y Paraguay tienen tasas superiores al 50%.
Más informales y más pobres
El 37% de las y los asalariados argentinos trabajan de manera informal y, de ese total, seis de cada diez son pobres es decir que pese a estar ocupados, como consecuencia de las malas condiciones laborales, no llegan a cubrir una canasta básica de bienes y servicios para sus familias.
Los datos se desprenden de un informe presentado por el Área de Empleo, Distribución e Instituciones Laborales del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP-UBA) y muestran que, al tercer trimestre del año que terminó, al menos cuatro de cada diez trabajadores en relación de dependencia no estaban registrados en la Seguridad Social, es decir, no estaban cubiertos por la legislación laboral, dando cuenta de un aumento de un punto porcentual respecto de un año atrás.
“Mirando desde 2003, la tasa de informalidad se ubica en un valor idéntico al del tercer trimestre de 2008. Desde ese año hasta la irrupción de la pandemia a comienzos de 2020 la tasa de informalidad se mantuvo en valores entre 32% y 35,7%. O sea, el valor del 2024 es algo superior al registrado a lo largo de ese período”, aclararon los investigadores Roxana Maurizio y Luis Beccaria.
A su vez, la radiografía actual de la informalidad laboral presenta características disimiles según las ramas de actividad sobre las que se analice. Así, por ejemplo, por un lado se ubican el Sector público (administración pública y servicios de educación y salud públicos) y los Servicios financieros, con una incidencia de la informalidad de 9,1% y 24,1% mientras que, en otra punta, aparecen el Servicio doméstico (76,3%) y la Construcción (67,3%).
A su vez, es el Comercio el que muestra mayor proporción del empleo informal total tanto porque tiene una incidencia mayor al promedio (47%) como porque concentra un porcentaje importante del empleo asalariado total (18%).
Si se suma el factor del tamaño de la empresa se observa que mientras que la tasa de informalidad en establecimientos de más de 40 asalariados es del orden del 11%, se eleva al 75% en empresas de hasta 5 asalariados. Frente a ello la figura de del “trabajador independiente” incorporada en la reforma laboral del gobierno de Milei que implica que se podrá contar con “hasta otros tres trabajadores independientes (colaboradores) para llevar adelante un emprendimiento productivo” lejos de incentivar la creación de fuentes de trabajo formales podría terminar de hecho legalizando la informalidad ya vigente.
Si se pone el foco en las diferentes regiones del país, se observa que, de las seis regiones consideradas por el INDEC, sólo dos registraban tasas de informalidad más bajas que el promedio: Gran Buenos Aires (que incluye Ciudad de Buenos Aires y Partidos de la provincia de Buenos Aires) y la región patagónica. Por el contrario, las regiones Noroeste, Cuyo y Nordeste son las que exhiben mayor incidencia, con tasas superiores al 40%.
En sintonía, cuando se desagrega a nivel de aglomerado “todos los correspondientes a la región patagónica están entre los de menores tasas de informalidad, desde Ushuaia con 12% hasta Viedma con 26%”, sin embargo, los valores de las otras regiones indican situaciones muy heterogéneas. Por ejemplo, en NOA, La Rioja tiene una tasa de informalidad de 34%, mientras que ésta se eleva a casi 46,5% en Gran Salta. En Cuyo, por su parte, Gran Mendoza presenta una tasa del 39,9% mientras que Gran San Juan registra la tasa más elevada entre el total de los aglomerados (48%).
Otro aspecto clave para configurar el panorama del trabajo informal en Argentina tiene que ver con las diferencias por género y edad. Según se detalló en el informe “Panorama del empleo asalariado informal y la pobreza laboral”, la tasa de informalidad asalariada total fue 36,7%, siendo 34,2% entre los hombres y elevándose a 38,9% entre las mujeres, es decir, casi cinco puntos porcentuales más que la masculina.
Asimismo, la situación más crítica la enfrenta la juventud con una tasa de informalidad del 64%, esto es, 28 puntos porcentuales por arriba de la tasa global. En otras palabras, algo más de seis de cada diez jóvenes trabajadores en relación de dependencia no está cubierto por la Seguridad social. Cuando se combinan ambos factores, se observa que son las mujeres jóvenes quienes exhiben la tasa de informalidad promedio más elevada, cercana al 67%.
Finalmente, otro punto a considerar tiene que ver con el nivel educativo. En lo concreto, la tasa entre los asalariados con nivel educativo universitario completo en el segundo trimestre de 2024 fue del 15%, algo más de 20 puntos porcentuales adicionales (35,8%) fue la tasa entre los asalariados con nivel educativo intermedio (secundario completo o universitario incompleto), para alcanzar el 56,4% entre los asalariados que no completaron la educación media. En otras palabras, los asalariados con menor nivel educativo tiene una probabilidad de ser informales casi cuatro veces más elevada que el resto.
Salarios que no cubren lo básico
La brecha salarial entre asalariados registrados e informales evidencia una “penalidad” salarial del 46%. Esto es: si un asalariado formal tiene un salario mensual de $100, un trabajador informal con igual nivel educativo, edad, en la misma región, trabajando en la misma rama de actividad y en una empresa de igual tamaño tiene una remuneración mensual de $54.
Como resultado, crece la cantidad de informales en los deciles de menores ingresos de la población. En detalle, en el primer quintil de ingresos laborales (20% de trabajadores con menores salarios) ocho de cada diez trabajadores tiene en un puesto informal. En contrapartida, en el 20% de mayores salarios, la incidencia se reduce a 6%.
Lo anterior da cuenta del creciente fenómeno de trabajadores pobres, es decir, personas que aún con un puesto de trabajo viven en situación de pobreza. Al respecto, el 40% del conjunto de los asalariados viven en un hogar pobre y asciende al 63% entre los informales. Comparado con la canasta básica, mientras que el 59% de los asalariados informales recibe un salario mensual inferior al valor de esta canasta, ello sucede en el 8% de los formales.
“Estas cifras muestran que tener un puesto de trabajo en Argentina no es un reaseguro para vivir fuera de la pobreza”, cerraron desde el IIEP-UBA.
El Destape