Juan Román Riquelme le pifió. Cuando jugaba de diez casi nunca fallaba un pase. Como presidente, en el último mercado de pases (paradoja), ni él ni su Consejo lograron traer futbolistas con nivel para darle un salto de calidad a Boca, un equipo lento, de mandíbula frágil, que contiene a un grupo de jugadores con niveles bajísimos.
Decir que Fernando Gago no ganó como DT xeneize ninguno de los cuatro partidos que dirigió es inexacto. La clasificación frente a Gimnasia por Copa Argentina es pesada, porque es el único camino posible hacia la próxima Copa Libertadores y la chance de que el club sume un título. El problema es otro, es cómo, y la responsabilidad es de Riquelme, por lo que no hizo, y de los jugadores, por lo que no hacen.
El DT les dio oportunidades a todos. Cambió de esquemas, incluso más de una vez dentro de un mismo partido. Hasta Chiquito Romero o Pol Fernández tuvieron minutos. Es cierto que a Boca no se le nota ninguna mejora, si se compara al de Lanús con los últimos de Diego Martínez. Eso es tan evidente como lo que salta a la vista: ningún jugador se sale del molde, todo es mecánico, sin alma y con pierna pesada.
La titularidad del capitán y jugador franquicia, Edinson Cavani, es insostenible. Es la gran síntesis. Impreciso, apurado, sin esa letalidad que lo hizo gigante dentro del área, el uruguayo es un caso promedio. Hoy Boca no tiene una referencia clara dentro de la cancha. Porque Marcos Rojo no da garantías, los jóvenes volantes sufren la presión, y arriba no hay gol. Ni Miguel Merentiel, el más regular, aporta para la causa.
¿Qué debe hacer Gago, entonces, para que no se hunda su barco? Deberá tomar decisiones grandes con instrumental quirúrgico. Hasta el próximo mercado de pases, solo le queda ordenar y animar a un grupo que está golpeado, que siente la falta de paciencia de sus hinchas, y que se cae ante el primer tropiezo. Godoy Cruz será difícil, un punto de partida hacia la final en semis por la Copa Argentina.
River, por su parte, logró hacer tres goles frente a Banfield. Tarde. Marcelo Gallardo no logró el gran objetivo que lo había animado a regresar a Núñez. A los Millonarios se les escurrió una Copa Libertadores que lucía ganable, con final en el Monumental incluida. De acá a fin de año solo le resta sumar para confirmar la plaza en la próxima edición del torneo. Poco, para un club que invirtió tanto y apostó al Muñeco.