Seguramente a muchos les pasó algo parecido. Se enteraron de la muestra de sastrería (Sastrería. Oficio e historia), se tentaron, estuvieron entre las más de 400 personas en la inauguración, en el día más frío del año, para sorprenderse poco después con el cierre por decreto del Museo del Traje.
El viernes, con una asamblea pública y un abrazo, al que fue convocada toda la comunidad, de diseñadores a influencers, la gente del museo, que lleva 52 años como reservorio activo y abierto de la memoria colectiva, difundió la situación.
Por su parte, fuentes de Cultura nacional contaron a este medio que ya se firmó la vuelta de la tutela del acervo al Museo Histórico Nacional, donde estaba originalmente. Dicen además que las muestras de trajes históricos pasarán a ser parte de la programación de grandes centros culturales de la ciudad y casas del bicentenario. Y que en la actual sede de la calle Chile se conservarán los talleres y el depósito de las más de 9.300 piezas.
El edificio, que según estas fuentes tiene problemas de accesibilidad (sólo escaleras) y una fachada que necesita mantenimiento, se convertirá en un centro cultural “con foco en la cultura independiente”. Las mismas fuentes difundieron estos datos: que en 2023 visitaron el museo poco más de 46 personas por día y que el gasto en personal (28 empleados) supera los 270 millones de pesos al año. Lo contrastan con las 3795 visitas que tuvo la muestra del Museo del Traje llamada Se dice de mí, en el CCK/Palacio Libertad.
María Lisazo, a cargo de la gestión de colecciones del museo, discute esos números. “En el mes de septiembre tuvimos casi 2.500 personas, y hay actividades que traen, en un sólo día, más de cien”, dice a TN. “Donando o exponiendo, en este museo participan todos los diseñadores. Desde que asumió Vicky Salías hace siete años como directora, el museo tuvo un cambio importante porque el diseño contemporáneo y el textil empezaron a incorporarse. Los diseñadores actuales, más allá de los históricos, están muy involucrados. Por ejemplo, la mamá de Jorge Ibáñez nos donó toda colección que quedaba, tenemos toda la de Federico Klemm, afecta a todo el mundo”.
La noticia del cierre por decreto tuvo impacto doble por la sorpresa. “Nos enteramos el lunes a la tarde porque se publicó en el boletín oficial el decreto que deroga la función ejecutiva de nuestra directora y eso hace que el museo pierda su institucionalidad. El jueves anterior inauguramos una muestra en el CCK con muchísima aceptación. Creímos que era una forma más de extender el museo a otras vidrieras: nunca imaginamos que para que el museo ya no tenga vida propia. Hay muchas autoridades que se muestran tan sorprendidas como nosotros. Lo único que tenemos como concreto es la derogación del rol de nuestra directora. Todo lo demás son trascendidos y reuniones en las que las versiones van cambiando. Creo que eso lo hace más terrible, porque la incertidumbre es total”, explicó Lizaso.
Según sus coordinadores, los pedidos para mudar la sede a otra con más espacio y en una zona más visible vienen de larga data. “Justamente, nosotros veníamos pidiendo que dada la afluencia de público y la cantidad de actividades que teníamos, muchas veces con cupo de capacidad, lo ideal era hacer un plan para mover el patrimonio a una zona más visible y un edificio más grande. Pero que eso no suceda, no impide el funcionamiento del museo. La casa es antigua, pero no tiene ni peligro de derrumbe ni humedad ni nada. Muy a pulmón, se mantiene impecable, no hay peligro para la colección. Los argumentos son ridículos”, dice Lizaso.
“El cierre del Museo del Traje impide a una gran comunidad el acceso a una colección única de indumentaria, textiles, fotografías, documentos y libros. Desaparece así un espacio de divulgación, investigación y encuentro. Cerrar un museo implica un retroceso cultural para todo el país y la pérdida de un espacio testigo de la historia del territorio que preserva las identidades y la memoria colectiva”.
Esto dice el petitorio que ya lleva más de ocho mil firmas. La del diseñador Pablo Ramírez es una de ellas. “Hay algo que es cuestionable desde hace mucho, que es la convivencia de la gran colección de piezas textiles, prendas, accesorios, libros, fotos, revistas, en una casa que tiene sus limitaciones por ser patrimonio histórico. Pero esto es algo que se puede solucionar, dejando la casa con otro fin, trasladando el museo y sus trabajadores con todo el valiosísimo patrimonio a un lugar más afín, como podría ser el CCK”, dice Ramírez a TN.
“Pero de ahí a dejar el lugar sin dirección es algo tremendo. Es un desguace sin ton ni son, que lo único que hace es vaciar todo y dejar todo eso, de tanto valor, sin ningún rumbo ni sentido. Así como hubo directores de cine críticos con el INCAA, absolutamente nadie discute la importancia que tiene el INCAA para la industria cinematográfica. Acá es la misma situación: podemos discutir lo que sea del museo, pero es un espacio fundamental para la conservación, la investigación y la difusión de nuestra historia”, agrega el diseñador.
Ramírez se muestra consternado por la forma en que se toman estas medidas. “Todo tiene que ver con todo -dice-. El desfinanciamento a las universidades, el ataque constante a la cultura, lo del museo. Y el nivel de violencia que se está manejando. Hay gente festejando que se cierren espacios, que se celebre la ignorancia. Me parece simplemente de terror. Ni en la peor de las pesadillas podría imaginarme algo así”.
“Nunca en la vida se había cerrado un museo nacional -dice Lisazo-. Esto sienta un precedente muy grave porque este museo preserva parte de la historia de los argentinos, no es que guardamos ropa nada más. Acá vienen cátedras de Fadu, de Uade, universidades públicas, privadas, público de todo tipo. Hay una comunidad gigante de gente con distintos saberes, diseñadores, tejedores, vestuaristas, investigadores, curadores, institutos, además del público general. Si fuera un museo perdido en el tiempo, a nadie le interesaría visibilizarlo más, como estábamos pidiendo. Este cierre sienta un precedente muy riesgoso”.