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Opinión

PELEADO CON LA VIDA

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En la sesión legislativa de este miércoles, que abrió un compás de espera en el debate del crédito de US$ 150 millones solicitado por el Ejecutivo para mitigar los cortes de energía del verano, dos peronistas hablaron de la reunión secreta que no existió entre diputados de esa bancada y un operador del gobierno para acercar posiciones. Uno de ellos habló de cómo hacer periodismo aclarando que no sabía nada de periodismo, y habló de nosotros, los que ventilamos el caso, sin nombrarnos pero definiéndonos como “operadores”. Lo que sigue no es una respuesta: es una reflexión sobre la tela que dejaron para cortar.

Los diputados en cuestión son Atlanto Honcheruk y Rubén Guillón. El primero fue prudente; ya bastante tiene con estar imputado por la Justicia Federal en la megacausa de corrupción popularmente conocida como “Mafia del desmonte en Chaco” como para seguir apilando enemigos. Se limitó aclarar que la reunión de la que nadie estaba hablando no había tenido lugar, porque “acá no hay nada que esconder; estas cosas se hablan acá, en la casa de la democracia”. Y por las dudas agregó: “A mí no me compra nadie”. El segundo, en cambio, eligió el camino de la docencia.

Pero antes de ocuparnos de los títulos que nos dejó Guillón, volvamos a la nota que les molestó y que los amigos de Eschaco tuvieron a bien reproducir. El título: “¿Reunión clandestina entre diputados peronistas y un operador de Zdero para garantizar el endeudamiento de US$ 150 millones?”. Como se puede ver, no era una afirmación categórica. Y esto es así porque por mucho que confiáramos en nuestra fuente, sólo teníamos su testimonio.

Aún cuando ese testimonio detallaba los nombres de todos los protagonistas, optamos por no mencionarlos. También teníamos la dirección exacta en la que se produjo el supuesto encuentro, y no la publicamos. Es más, arrancamos la crónica con la mayor honestidad intelectual posible: “Lo vamos a plantear en potencial: anoche habría habido una reunión en un departamento ubicado a media cuadra de la plaza 12 de Octubre de la capital chaqueña. Los asistentes: tres diputados provinciales peronistas y un funcionario de primera línea del gobierno provincial”. Cerramos la nota con esta frase: “Y desde luego, también es posible que la reunión no haya tenido lugar. A fin de cuentas, de noche todos los gatos son pardos”.

No estábamos jugando a las adivinanzas: estábamos describiendo el berenjenal en el que se metió el peronismo después de que el presidente del partido, Jorge Capitanich, ordenó votar en contra del endeudamiento. Era sólo un capítulo más de este choque de trenes en cámara lenta que es la adaptación del PJ a su nueva condición de partido en situación de calle. No estábamos marcando traidores porque no somos el órgano de propaganda de una facción del Justicialismo. Los nombres eran lo de menos. Aún así se pusieron el sayo.

Guillón es un hombre de letras, o al menos así deberíamos considerarlo si nos remitimos a su biografía: cuando publicó su libro “El Zapallar – Tenemos historia”, se presentó como escritor. Y un escritor presume de su oficio para dominar el intrincado arte de la palabra. De modo que cuando al menos en dos oportunidades durante el debate dijo “Pido disculpas, presidenta, porque mi labia discursiva es muy limitada”, se estaba mandando la parte: sabía exactamente qué cuerdas pulsar.

“Ojalá que la prensa chaqueña pueda escucharnos. Las que tienen pautas y las sin pautas. No los operadores, no los fabuladores. La prensa chaqueña comprometida con la verdad. Porque nuestro pueblo no se merece operetas baratas, o crear fantasmas o intentar denigrar este mundo tan digno y tan noble de la política, tan mancillada. Pero esta es la casa de la democracia, acá no hay bolsos que se reparten, acá no hay Banelco que se distribuye: acá hay conciencia y compromiso. Y hay dignidad”, arrancó el legislador oriundo de San Martín.

No conocemos el sistema de valores cardinales de Narnia, donde evidentemente pasa las horas muertas el diputado Guillón, pero en la Legislatura chaqueña hay unos cuantos legisladores involucrados en causas de corrupción en los fueros provincial y federal, lo que nos exime de profundizar en su alegato ficcional. La prensa chaqueña los escucha fuerte y claro. El problema es que no les cree una palabra. Ni los “con pauta” ni los “sin pauta”.

Entonado como estaba, Guillón siguió adelante: “Bajo ningún punto de vista podemos permitir que se dispare por las redes digitales, por cualquier tipo de medios de prensa, alguna insinuación de cuantas cosas se les ocurra. Yo llamo a la reflexión a los con pauta y a los sin pauta, del compromiso con la fuente. Hoy felicitaba a un periodista de Villa Río Bermejito: ‘Rubén, están diciendo esto: ¿es verdad?’. Le expliqué, le di mi posición, le di mi razón, y le agradecí, porque esa es la forma. No soy quién para enseñarle a hacer periodismo porque no conozco, pero hay que buscar la información donde está la información”.

Cuando decidimos hacer público el dato de la supuesta reunión sabíamos que sólo se iban a enojar si los nombrábamos o si ésta había existido. Pero si no dábamos nombres podían mantener la boca cerrada: nadie se los iba a reprochar. Ahora bien, si los nombrábamos teníamos que llamarlos para que ejercieran su descargo aunque ya sabíamos la respuesta: “Nosotros no fuimos”. Al defenderse de una “opereta” en la que nadie los mencionó convirtieron en noticia lo que hasta ese momento había sido un rumor.

Dos reflexiones: cuando Guillón dice “hay que buscar la información donde está la información”, y resulta que “la información” es la que él puede suministrarnos, y a priori sabemos que va a ser la negación de la versión contraria, está pidiendo un periodismo venal, obsecuente, que tome por ciertas sus palabras y deseche el resto de la información. No está mal lo que hizo el periodista de Bermejito. Estaría mal si el periodista dijera, sólo con la versión de Guillón, que la reunión no existió. En nuestro caso, elegimos preguntarnos si la reunión había existido, sin nombrar a nadie. De allí que fuera innecesario agregar su descargo.

La otra reflexión nos lleva a un lugar más oscuro: al menos dos veces Guillón habló de “los con pauta y los sin pauta”. En estas últimas semanas se está discutiendo la pertinencia de llevar una vez más a “la casa de la democracia” el debate sobre una ley que ponga en blanco sobre negro el uso discrecional de miles de millones de pesos de publicidad oficial. La utilización de fondos públicos sin control para amordazar a la prensa, para orientar su línea editorial incluso brindándoles los medios públicos para amplificar el mensaje, convierte a “la pauta” en un índice de transparencia editorial. Y esto no lo inventaron Zdero y Resico, no hace falta aclararlo. Lo que hicieron ellos fue ordenar la tropa, carossinizar el sistema, disciplinar hasta el escándalo.

Si la pauta es un parteaguas, una frontera entre el periodismo libre y la censura (o autocensura); si la pauta marca la diferencia entre un Estado que financia la plusvalía y la rentabilidad empresaria frente a uno con responsabilidad social y respeto por los tratados internacionales con jerarquía constitucional; si la pauta es el salvoconducto para gozar de seguridad jurídica, y su ausencia amenaza la libertad de prensa (ya contamos cómo nos cayó la policía en la previa de una charla en el Sindicato de Prensa sobre el rol del periodismo); si la pauta es todas estas cosas, entonces la diferenciación grosera de Guillón (“los con pauta y los sin pauta”) nos da la pauta, valga la redundancia, de que el debate está saldado. Guillón no necesita “saber de periodismo” para entender la gravedad de la situación.

Lo más llamativo es que Guillón también llamó a la reflexión “a los treinta y dos legisladores”, y se peleó puntualmente con los del oficialismo: “Hay diputados… que no voy a dar nombres… porque hace ya dos horas atrás un diputado en las redes decía lo siguiente: ‘Los diputados de Capitanich no tuvieron ninguna voluntad de votar seriamente’. ¡Pero qué mentira! ¡Qué mendacidad!”, dijo mientras exhibía ante las cámaras la pantalla de su celular con el posteo del liberal-libertario Iván Gyöker.

Les recordó que para aprobar el crédito del Prosap de $ 50 millones en 2014, para electrificación rural, el radicalismo estuvo un año postergando el debate en el Recinto, y que ahora se quejan porque el endeudamiento se les estira un par de semanas. En opinión de este cronista, Guillón en eso tiene razón. El problema es que con el argumento de la “dignidad” de la política enmascare su enojo culpando a los demás del incómodo lugar en el que le toca estar hoy. Se paró en absolutamente todos los tópicos de la politiquería. Estuvo en todos lados. En todos, menos en la reunión.

 

Escribe Cristian Muriel

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Opinión

Una encuesta detectó que enojarse con periodistas afecta la imagen de Javier Milei

OPINIÓN. Es transversal a todas las edades, votantes y clases sociales: no caen bien las diatribas del Presidente contra los medios. Septiembre se va con nuevas caídas en las encuestas que deberían hacer sonar alarmas en los asesores de comunicación del Gobierno.

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“Ensobrados”, “mentirosos”, “ignorantes”, “divulgadores de fake news”: Javier Milei nunca duda en ventilar su bronca contra los periodistas que lo critican. Desde su filosa cuenta de X (Twitter), cuando ataca el Presidente, lo sigue un séquito de fanáticos y -sobre todo- muchos trolls que replican sus diatribas.

Tres semanas atrás, un sondeo entre expertos en comunicación alertaba de forma casi unánime: el maltrato a los medios podría afectar la propia imagen del primer mandatario ante la opinión pública. Hasta hace unos días, se entendía que las diatribas contra los medios de comunicación enfervorecían a los seguidores de su núcleo duro de votantes y así se interpretaba que la estrategia detrás de los agravios a los periodistas podía ser una forma de Milei de animar a su núcleo más duro de fieles.

Pero desde la semana pasada se sabe que los comunicólogos tenían razón: los agravios a los periodistas están afectando la imagen del Presidente. La última encuesta bimestral de la Universidad de San Andrés muestra que apenas el 16 por ciento de los argentinos aprueba las reacciones furiosas del Presidente contra los medios.

Qué dice la encuesta sobre Milei y los periodistas

La encuesta que hizo el equipo dirigido por el profesor Diego Reynoso salió a preguntar “¿cuál es tu opinión respecto a las reacciones del gobierno con los periodistas que lo critican?” y solo esa ínfima minoría cree que está “bien” o “muy bien”. Para el 70 por ciento, está directamente mal o muy mal.

Una encuesta detectó que enojarse con periodistas afecta la imagen de Javier Milei

La encuesta de San Andrés muestra que el rechazo a los enojos del Presidente con la prensa es transversal a toda la sociedad. Exactamente la mitad de sus votantes de la primera vuelta de octubre del año pasado desaprueba los enojos de Milei con los medios. Sólo un tercio de ese núcleo duro se define a favor de las diatribas presidenciales contra el periodismo.

Tampoco caen bien los enojos con los periodistas en sus votantes juveniles de la generación Z -o sub 27- entre los que está el mayor caudal de electores libertarios: a apenas 17 por ciento de los jóvenes le caen bien los enojos del Presidente con los medios. Previsiblemente, entre los “viejos meados” (mayores de 60), el maltrato verbal a los periodistas cae peor todavía: solo el 12 por ciento lo aprueba, contra 82 por ciento que lo rechaza. No hay grandes diferencias entre las diversas clases sociales ni entre hombres y mujeres: no caen bien las diatribas contra los medios.

¿Le vendieron a Milei “pescado podrido” de que podía mejorar su imagen mostrando su enojo con los medios?

Para la encuestadora Cecilia Mosto, de CIO, hay una confusión bastante arraigada en la política: cuando se compara la imagen de distintos actores y sectores sociales con “los medios”, el periodismo aparece “en el montón” y con una confiabilidad más bien mediocre, no muy distinta a la de los políticos o los empresarios.

Una encuesta detectó que enojarse con periodistas afecta la imagen de Javier Milei

“Pero cuando preguntamos por los periodistas y medios que sigue la gente, el resultado es totalmente diferente, y los periodistas se ubican en lo más alto de la confiabilidad”, explica la politóloga de CIO. Mosto dice que el periodismo -como grupo genérico- no solo en la Argentina, sino en buena parte del planeta, cayó en la “grieta política”. Pero el público sigue confiando en los periodistas que elige seguir.

¿Le habrán pasado a Milei este dato? ¿Sus asesores entenderán que al tratar de “ensobrados” a los periodistas, también está atacando a las audiencias que les creen?

Las diatribas de Milei contra los medios afectan la imagen del propio Gobierno, pero no es el principal motivo por el que su nivel de aprobación bajó de 55 a 46 por ciento en nueve meses a un ritmo promedio de un punto por mes.

A esa misma altura del mandato, Mauricio Macri mantenía un 55 por ciento de aprobación, aunque Alberto Fernández a los nueve meses ya se había derrumbado a menos de 40 por ciento -desde un pico de 67 por ciento en abril de 2020.

La política económica y una señal de alerta

Según la encuesta de San Andrés de septiembre, la insatisfacción con la política económica del gobierno de Milei tiene mucho más que ver con la baja de aprobación que los insultos de Milei a los medios: el 60 por ciento declara estar “insatisfecho” con la política económica.

Una encuesta detectó que enojarse con periodistas afecta la imagen de Javier Milei

Otro dato de la encuesta de San Andrés que debería encender luces amarillas en el tablero de control de la comunicación que maneja el súperasesor presidencial Santiago Caputo es el de las expectativas hacia el futuro: días después de asumir, la “esperanza” de los votantes había pegado un fuerte salto del “subsuelo” de diez por ciento en el que lo dejó Alberto Fernández a más de 40 por ciento contra un pesimismo de 36 por ciento. En septiembre, el optimismo bajó y empató con el pesimismo sobre el futuro en 38 por ciento: nada desesperante, pero es una señal de alerta de que puede preanunciar turbulencias en el próximo año electoral.

La imagen de Milei también sufrió como consecuencia de la demora de los resultados de su ajuste fiscal: arrancó con 48 por ciento de imagen positiva en enero y un diferencial a favor de cinco puntos entre la positiva y la negativa. En septiembre, su imagen bajó a 43 por ciento, con una negativa que trepó al 52 por ciento.

Ese dato también debería encender las alarmas en el tablero de control del joven Caputo: el diferencial cayó 13 puntos. Milei, junto con la vicepresidenta Victoria Villarruel y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, no dejaron el podio de los tres políticos mejor valorados de la Argentina, pero las diferencias con “la casta” se están achicando velozmente.

La cadena, la ONU y el “apagón” mediático y digital

No solo la demora en los resultados del ajuste afecta la aprobación de su gobierno: pequeños gestos en una crisis pueden hacer la diferencia. Milei tuvo una fuerte señal de advertencia con la estrepitosa caída del rating en TV abierta de su última cadena nacional con la que invadió el prime time. Del promedio típico de 15 puntos de un domingo a la noche, el encendido cayó a la tercera parte no bien Milei empezó a leer su discurso. El “apagón” fue similar en las redes sociales, donde Milei se siente más cómodo, a apenas el diez por ciento de la “conversación” que había generado su asunción el 10 de diciembre, según la consultora Ad Hoc.

Una encuesta detectó que enojarse con periodistas afecta la imagen de Javier Milei

El desinterés por el líder libertario quedó plasmado a nivel mundial: el discurso de Milei en Davos en enero tuvo un millón de comentarios en social media. La semana pasada, sus duras palabras contra las Naciones Unidas en Nueva York tuvieron la tercera parte de la repercusión de la cumbre económica en los Alpes suizos de inicio de su mandato, según esa consultora de monitoreo de redes sociales.

Otro gesto que podría estar restándole “rating” a Milei es cierta falta de oportunidad y “tono” adecuado en momentos en los que sus políticas económicas están demorando los resultados. El jueves, apenas minutos después de que los portales, las radios y las señales de noticias transmitieran la dolorosa cifra de pobreza del INDEC del primer trimestre -de 53 por ciento y la más alta en dos décadas- el equipo de comunicación de Presidencia difundió la foto del Presidente saludando desde el histórico balcón de la Casa Rosada junto a Susana Giménez, la diva que ese domingo lo había quintuplicado en rating con el estreno de su nuevo ciclo y que, a pedido de la secretaria general de Presidencia, Karina Milei, había debido postergar por la cadena oficial que hizo caer el rating a niveles mínimos.

Para no ser menos, Presidencia también difundió al mismo tiempo una foto de la hermana del Presidente con la diva de los teléfonos jugando con Thor, el perro “oficial” que adoptó la Casa Rosada: pequeños gestos que después se reflejan en las encuestas y que leen atentamente los opositores.

En la semana en la que -finalmente- quedó reglamentada la reforma laboral, los sindicalistas del transporte, encabezados por el camionero Pablo Moyano, anunciaron un paro para el 17 de octubre para protestar contra esa modernización del vetusto sistema laboral argentino.

Las encuestas, otra vez en el centro de la escena política: la Universidad de San Andrés medía que la reforma laboral tenía 64 por ciento de aprobación tres años atrás. Ahora que finalmente esa reforma se concretó, un sondeo de la consultora Indaga RSO indica que dos tercios cree que la reforma laboral de la ley Bases “no mejorará la situación de los trabajadores”.

Pero ante la pregunta de si “conoce el contenido de la reforma laboral”, apenas el 28 por ciento decía conocerlo: algo no anda bien en la comunicación del Gobierno y no es por culpa de los periodistas.

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CORRUPCION

La falta de investigación en la corrupción del gobierno de Leandro Zdero: Un análisis de la situación y el rol del fiscal Sabadini

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La corrupción es un fenómeno que deteriora las bases de la sociedad y erosiona la confianza pública en las instituciones. En este contexto, la reciente controversia en torno al gobierno de Leandro Zdero y su ministro Marcos Resico, ha suscitado un intenso debate en la opinión pública. El escándalo de la pauta oficial, en el que se alega un desvío de seis mil millones de pesos, ha puesto a la administración en el centro de la controversia. Sin embargo, un aspecto que ha generado preocupación y descontento es la aparente inacción del fiscal Sabadini en este caso. ¿Por qué no investiga la corrupción denunciada? En este artículo, analizaremos el contexto de la situación, las implicancias de la falta de acción y las posibles razones detrás de la inacción del fiscal.

El escándalo de la pauta oficial

 

La pauta oficial es un instrumento que los gobiernos utilizan para la difusión de información y la promoción de sus actividades. Sin embargo, también ha sido objeto de controversias debido a su potencial uso como herramienta de corrupción. En el caso del gobierno de Leandro Zdero, se han presentado denuncias que indican que se habrían desviado aproximadamente seis mil millones de pesos destinados a la publicidad oficial. Este monto se supone que debería haber servido para informar a la población sobre el trabajo del gobierno, pero en lugar de eso, se sugiere que terminó en los bolsillos de funcionarios o terceros.

Las acusaciones han encontrado eco en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde ciudadanos y periodistas reclamaron una explicación pública. El papel de Marcos Resico como ministro ha visto severamente cuestionado, y en un clima de creciente desconfianza hacia las autoridades, la exigencia de transparencia y responsabilidad se ha vuelto más urgente.

La figura del fiscal Sabadini

 

En este contexto, el fiscal Sabadini tiene un rol crucial. La fiscalía es la encargada de investigar delitos y presentar cargos en el sistema judicial. Cuando se presentan denuncias de corrupción, especialmente aquéllas que involucran sumas significativas de dinero, es imperativo que el fiscal actúe con rapidez y eficacia para esclarecer los hechos y, si es necesario, llevar a los responsables ante la justicia.

No obstante, la inacción del fiscal Sabadini ha generado una serie de interrogantes. Muchos se preguntan si hay razones detrás de esta falta de investigación o si, por el contrario, se trata de una incapacidad para abordar nuevamente el problema de la corrupción en la administración pública.

Las posibles razones de la inacción

 

1. Falta de pruebas contundentes

 

Una de las razones más comunes que se pueden argüir para la inacción de un fiscal es la falta de pruebas concretas. Si bien las denuncias han sido contundentes, los fiscales suelen requerir una base sólida de evidencias antes de proceder con una investigación formal. Sin embargo, el escándalo ha sido ampliamente cubierto por los medios de comunicación, lo que sugiere que podrían existir documentos y testimonios que sustenten una eventual investigación.

2. Cuestiones de presión política

 

La política es, en muchas ocasiones, un terreno lleno de conflictos de intereses y presiones. Si los acusados pertenecen a un grupo político potente o tienen conexiones significativas dentro del aparato gubernamental, esto podría dificultar la labor del fiscal. La presión política puede desincentivar la apertura de investigaciones que, en última instancia, podrían afectar la estabilidad de un gobierno.

3. Temor a represalias

 

Los fiscales pueden también enfrentarse a temores personales o profesionales. La corrupción no es solo un fenómeno estructural; también es un desafío en el que los actores pueden verse amenazados ante posibles represalias de aquellos a quienes afectan. Esto puede crear un ambiente en el cual la inacción aparece como la opción más segura.

4. Desconexión con la ciudadanía

 

La falta de respuesta también puede reflejar una desconexión entre los actores de la justicia y la ciudadanía. En muchos casos, aquellos que ocupan posiciones de poder no comprenden o no sienten la urgencia de atender las demandas populares. Esto puede dar lugar a una percepción de ineficacia en el sistema judicial.

La importancia de la rendición de cuentas

 

La falta de acción frente a las acusaciones de corrupción tiene consecuencias. La impunidad genera un ciclo en el cual los funcionarios se sienten autorizados a continuar con sus prácticas ilegales, sabiendo que no habrá repercusiones. Además, esta inacción puede tener efectos devastadores sobre la confianza de la ciudadanía en las instituciones, lo que puede llevar a una mayor desconfianza hacia el gobierno y un aumento en el escepticismo sobre la capacidad del sistema para mantener a raya la corrupción.

El escándalo de la pauta oficial, que involucra a Leandro Zdero y Marcos Resico, es un caso emblemático que requiere atención inmediata. La ausencia de una investigación por parte del fiscal Sabadini podría ser vista como un signo de debilidad en el sistema judicial, lo que alimentaría aún más la desconfianza en las instituciones.

Conclusiones

 

La situación actual en torno a la administración de Leandro Zdero y la falta de acción del fiscal Sabadini está creando un clima de incertidumbre y desconfianza. La corrupción es un tema que no puede ser ignorado, y es fundamental que las autoridades actúen de manera rápida y decisiva ante las denuncias. La interacción entre la política, la justicia y la ciudadanía es crucial para construir un sistema más transparente y responsable. En última instancia, el futuro de la democracia y del Estado de derecho depende de la capacidad de las instituciones para actuar ante la corrupción, garantizando la rendición de cuentas y restaurando la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Solo así podremos avanzar hacia un propósito de justicia y equidad en la gestión pública.

 

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CORRUPCION

La Destrucción del Chaco: Un Costo Social Inaceptable

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En el corazón del Gran Chaco argentino, la devastación reciente ha dejado marcas profundas que, en un abrir y cerrar de ojos, han arrasado años de esfuerzo dedicados a la recuperación ambiental y social de la región. La selva chaqueña, que alberga una biodiversidad invaluable y comunidades que dependen de su sustentabilidad, ha estado bajo asedio. Pero esta crisis no solo es ambiental; revela una preocupante realidad social y política que merece ser analizada.

Un Proceso de Destrucción Acelerada

 

La deforestación en el Gran Chaco está ocurriendo a un ritmo alarmante. Desde la expansión de la frontera agrícola hasta la tala indiscriminada, el resultado es el mismo: un ecosistema que se desmorona y comunidades que ven amenazada su identidad y modo de vida. La explotación de recursos naturales no solo pone en peligro la flora y fauna de la región, sino que también afecta directamente a las poblaciones indígenas y rurales que han custodiado estas tierras por generaciones.

Pobreza y Censura

 

El contexto social es igualmente desolador. El Chaco ha sido históricamente uno de los puntos más críticos en términos de pobreza en Argentina. Con tasas de desempleo elevadas y un acceso limitado a servicios básicos, muchas familias se ven obligadas a luchar por sobrevivir en condiciones precarias. La censura y la falta de acceso a la información son problemas que, en lugar de mejorar, han empeorado en los últimos años. Las voces de aquellos que claman por justicia y preservación se ahogan en un mar de indiferencia.

La Casta Política: ¿Un Público Indiferente?

 

La frustración ante la casta política es palpable. Muchos se sienten abandonados por un sistema que parece priorizar intereses personales y económicos sobre el bienestar de la población. Los escándalos de corrupción han revelado cómo algunos políticos, lejos de ser responsables de sus acciones, parecen operar con impunidad. En un entorno donde un fiscal detiene a los que roban gallinas, pero no a los corruptos que desvían millones, queda claro que se ha roto la balanza de la justicia.

La percepción de que el Estado no protege a sus ciudadanos, especialmente a los más vulnerables, alimenta una creciente desconfianza en las instituciones. La distancia entre el poder político y la realidad de aquellos que habitan en el Chaco se ha ampliado, lo que provoca una desconexión que solo se profundiza con el tiempo.

Llamado a la Acción

 

El futuro del Chaco y de sus habitantes es incierto, pero no es irreversible. Es imperativo que la población tome conciencia y exija un cambio. La restauración de este ecosistema requiere no solo de políticas efectivas de conservación, sino también de un rechazo firme hacia la corrupción y la impunidad.

Es fundamental que los ciudadanos se organicen y alcen su voz, demandando una política que priorice el bienestar del medio ambiente y la justicia social. Solo así podremos esperar un verdadero cambio en el Chaco, un rescate de la dignidad de sus pueblos y un compromiso con la preservación de su invaluable patrimonio natural.

En resumen, la situación en el Gran Chaco es un recordatorio de que la lucha por la justicia social y la protección del medio ambiente son inseparables. Es hora de que la gente se empodere y se niegue a dejar que sus voces se apaguen en el eco del silencio político.

 

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